KnoWhy #796 | Junio 10, 2025

¿Por qué los Santos de los Últimos Días pagan el diezmo?

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Scripture Central

Una colección de monedas de diferentes países y economías. Imagen de Steve Johnson, de Pexels.
Una colección de monedas de diferentes países y economías. Imagen de Steve Johnson, de Pexels.

"[T]odos aquellos que hayan entregado este diezmo pagarán la décima parte de todo su interés anualmente; y esta les será por ley fija para siempre, para mi santo sacerdocio, dice el Señor". Doctrina y Convenios 119:4

El conocimiento

En 1831, el Señor mandó a los miembros de la Iglesia vivir la ley de consagración. Esta ley fue revelada en detalle en Doctrina y Convenios 42, la cual mandaba a los santos consagrar todo lo que el Señor les ha dado y les dará, a fin de edificar Su reino y establecer una comunidad de Sion. Entre 1831 y 1838, las ofrendas voluntarias que algunos santos hacían al vivir la ley de consagración eran denominadas diezmos. Esto también se encuentra en algunas revelaciones que instruyen a los santos a vivir esta ley y la ley del sacrificio.

Por ejemplo, en 1831 el Señor declaró: “[E]n verdad, es un día de sacrificio y de requerir el diezmo de mi pueblo, porque el que es diezmado no será quemado en su venida” (Doctrina y Convenios 64:23; véase también 85:3). De manera similar, en 1833 el Señor mandó a los santos en Kirtland edificar un templo, declarando que debía construirse por medio del diezmo: “Sí, edifíquese cuanto antes con los diezmos de mi pueblo. He aquí, este es el diezmo y el sacrificio que yo, el Señor, requiero de las manos de ellos, a fin de que se me edifique una casa para la salvación de Sion” (Doctrina y Convenios 97:11–12).

Aunque la palabra diezmo proviene de una raíz que en inglés significa “una décima parte”, Steven C. Harper ha señalado: “En esa época, los santos entendían el diezmo como cualquier cantidad de bienes o dinero que libremente se consagraban”1. Así, las primeras menciones del “diezmo” adquirieron significados más generales, semejantes a “donación” o “contribución”. A medida que los santos procuraban vivir la ley de consagración, centrarse en el diezmo llegó a ser una parte importante de su adoración. Sin embargo, al esforzarse por vivir sus convenios, muchos santos buscaban aclaración sobre lo que se esperaba de ellos.

Por ejemplo, en 1837, Newel K. Whitney, el obispo en Kirtland, escribió una carta a los santos que se publicó en Messenger and Advocate, el periódico de la Iglesia en aquella época. En esta carta, Newel recalcó que el diezmo seguía siendo un principio importante que los santos debían vivir, citando Malaquías 3:10 para destacar las bendiciones con las que el Señor bendeciría a la Iglesia: “Es el inalterable propósito de nuestro Dios, y lo ha sido desde el principio, como lo demuestra el testimonio de los antiguos profetas, que la gran obra de los últimos días habría de llevarse a cabo mediante el diezmo de sus santos”. “Se requería que los santos llevaran sus diezmos al alfolí y, después de eso —no antes—, podían esperar una bendición tal que no habría espacio suficiente para recibirla”2.

Al mismo tiempo, Harper señala: “Unos meses después, el obispado de Misuri propuso una norma similar pero más concreta: cada familia debía ofrecer un diezmo del dos por ciento de su valor anual después de pagar las deudas del hogar3. Esto ayudaría a asegurar que la Iglesia pudiera continuar con su misión de comprar tierras en Sion para los santos y, eventualmente, edificar un templo en Misuri. En una carta dirigida a José Smith con fecha febrero 15, 1838, el apóstol Thomas B. Marsh recalcó aún más los deseos de los santos al escribir: “El pueblo parece desear vivir plenamente la ley de Dios; y creemos que la Iglesia se regocijará en vivir la ley de consagración tan pronto como sus líderes lo digan, o les muestren cómo hacerlo”4.

Este principio se aclararía aún más en una revelación dada a José Smith el 8 de julio de 1838, en Far West, Misuri. En esta revelación, canonizada como Doctrina y Convenios 119, el Señor declaró: “Y esto será el principio del diezmo de mi pueblo. […] Y después de esto, todos aquellos que hayan entregado este diezmo pagarán la décima parte de todo su interés anualmente; y esta les será por ley fija para siempre, para mi santo sacerdocio, dice el Señor” (DyC 119:3–4). Una revelación posterior, Doctrina y Convenios 120, “asignaba a la Primera Presidencia, al obispo de Sion y al sumo consejo de Sion para que decidieran cómo hacer uso de los diezmos, tomando sus decisiones, dijo el Señor, ‘por mi propia voz dirigida a ellos’”. En la actualidad, el consejo está compuesto por la Primera Presidencia, el Cuórum de los Doce Apóstoles y el Obispado Presidente5.

Tal vez debido a un malentendido sobre lo que implicaba la ley de consagración y qué era la Firma Unida en la historia temprana de la Iglesia, como señala Harper, “la sección 119 se malinterpreta ampliamente como si reemplazara la ley de consagración con el principio del diezmo. Eso no es lo que dice ni cómo lo entendieron José y los primeros santos”6. Más bien, como muestra la historia que condujo a la ley del diezmo, los santos estaban más que dispuestos a vivir la ley de consagración, y continuaron haciéndolo mucho después de que se revelara la ley del diezmo7.

Además, “no hay nada en la revelación que indique que el diezmo sea una ley menor o inferior que deba ser reemplazada algún día. La revelación dice que es una ‘ley fija para siempre’ y que se aplica a todos los santos en todo lugar (vv. 4, 7). Doctrina y Convenios no dice que la consagración sea una ley superior y que el diezmo sea una ley inferior o temporal”8. De manera similar, Casey Paul Griffiths observó: “Doctrina y Convenios 119 se recibió dentro del marco de la ley de consagración. No revocó ni reemplazó la ley de consagración. Más bien, fue concebida como una ley financiera de sacrificio y como un subconjunto de la ley de consagración”9.

Esto también es evidente en las razones dadas para obedecer la ley del diezmo en Doctrina y Convenios 119:2, las cuales “son las mismas razones que se establecieron previamente para obedecer la ley de consagración que se registra en lo que actualmente es Doctrina y Convenios 42: aliviar la pobreza, comprar tierras para los santos, construir un templo y edificar Sion, para que los que hagan convenios y los guarden puedan congregarse en un templo y ser salvos” (véase Doctrina y Convenios 42:30–36)10.

Así como el diezmo ha sido revelado para que la Iglesia lo observe en esta dispensación, también ha sido una ley practicada desde la antigüedad. Como ha señalado Stephen D. Ricks: “Tal pago de una décima parte del aumento personal para el sostenimiento de la comunidad o el mantenimiento de sus instituciones religiosas es una práctica bien atestiguada, tanto entre los cristianos como en la antigua Israel”11. De hecho, este principio se practicaba al menos desde la época de Abraham, por lo que resulta apropiado que también se haya restaurado en esta dispensación de los últimos días12.

El porqué

Al enseñar a los santos acerca del diezmo, Brigham Young declaró en una ocasión: “La ley del diezmo es una ley eterna. El Señor Todopoderoso jamás ha tenido su reino en la tierra sin que la ley del diezmo estuviera en medio de su pueblo, y jamás lo tendrá. Es una ley eterna que Dios ha instituido para el beneficio de la familia humana, para su salvación y exaltación”13. Sin embargo, la decisión de pagar el diezmo es una elección individual que el Señor ha ofrecido a Sus hijos. Como ha señalado Steven C. Harper: “A medida que se les enseñaba la voluntad del Señor, los santos se convertían en mayordomos responsables que podían elegir si pagarían o no sus diezmos por su propia y libre voluntad”14.

Los fondos consagrados por los santos mediante el pago del diezmo deben utilizarse bajo la dirección de la Primera Presidencia, el Obispado Presidente y el Cuórum de los Doce Apóstoles, conforme al modelo revelado en Doctrina y Convenios 120:1. Por lo tanto, y especialmente porque los fondos del diezmo se consagran al Señor para la edificación de Su reino, todos los fondos del diezmo deben entregarse a la Iglesia. Aunque muchos Santos de los Últimos Días están dispuestos y son capaces de donar a otras organizaciones y causas loables, estas no deben confundirse con la ley del diezmo revelada a la Iglesia. Tampoco debe confundirse ningún otro acto de servicio hecho para la Iglesia con el cumplimiento del diezmo. Como ha señalado Stephen D. Ricks: “Aunque el pago de los diezmos sigue siendo una parte significativa de la edificación del reino del Señor, no agota las maneras en que un Santo de los Últimos Días puede emplear sus medios, energía, tiempo y talentos en el servicio a la causa del Señor”15.

El diezmo es un acto de sacrificio estrechamente relacionado con la ley de consagración. Como escribió Hugh Nibley: “Pagar un verdadero diezmo, dado de las propias necesidades, [es] algo así como una prueba y un sacrificio, como se supone que debe ser el diezmo”16. Es decir: “La ley de consagración exige todo lo que uno tiene, pero al mismo tiempo satisface todas sus necesidades físicas; y es de esa renta sustentadora, de esa sustancia, que uno paga sus diezmos. Esto lo convierte en un sacrificio genuino y no en una simple ofrenda simbólica, tomada de un aumento neto que uno jamás llegará a echar de menos”17.

Como ha observado Harper: “los Santos de los Último Días aprendieron que, si obedecían aunque solo fuera el mandato de ofrecer una décima parte de su aumento anual, la Iglesia podía pagar sus deudas y comenzar a cumplir las instrucciones del Señor de construir templos, aliviar la pobreza y edificar Sion”18. Además, podrían estar firmes en el día postrero y ser recibidos en la presencia de Dios. “El dinero dado se puede calcular; las bendiciones no”19.

Otras lecturas
Notas al pie de página
Doctrina y Convenios
Diezmos
Ley de consagración
Malaquías (libro)
Bendiciones
Templo

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