KnoWhy #797 | Junio 17, 2025

¿Por qué invitó el Señor a las personas a intentar producir revelaciones como las de José Smith?

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Scripture Central

Una vista en primer plano del ejemplar de El Libro de Mandamientos perteneciente a Wilford Woodruff, una de las primeras recopilaciones de las revelaciones de José Smith.

"Ahora, escoged del Libro de Mandamientos el menor de entre ellos, y nombrad al que de vosotros sea el más sabio; y si hay entre vosotros alguien que pueda hacer uno semejante, entonces sois justificados al decir que no sabéis que son verdaderos; mas si no podéis hacer uno semejante, estáis bajo condenación si no testificáis que son verdaderos". Doctrina y Convenios 67:6–8

El conocimiento

La historia de la Iglesia en sus inicios está llena de poderosos relatos de fe, conversión y milagros. Muchas de estas experiencias impactantes están detrás de las revelaciones contenidas en Doctrina y Convenios. Sin embargo, en ocasiones, algunas personas —incluidos primeros conversos y seguidores— procuraron poner a prueba o desafiar al profeta José Smith. Aunque esos intentos a menudo estaban motivados, al menos en parte, por dudas o escepticismo, con frecuencia dieron lugar a experiencias o revelaciones que contribuyen a fortalecer la fe en el llamamiento profético de José Smith.

Por ejemplo, William McLellin se unió a la Iglesia en el verano de 1831 después de conocer a David Whitmer y Martin Harris, dos de los principales testigos del Libro de Mormón, y escuchar sus testimonios1. Un par de meses después, McLellin conoció por primera vez a José Smith en una conferencia celebrada en Hiram, Ohio, cerca de Kirtland. En esa ocasión, McLellin le pidió al Profeta una revelación, la cual está ahora canonizada como Doctrina y Convenios 66. En su diario contemporáneo, McLellin escribió: “Esta revelación [me dio] gran gozo en el corazón porque respondió algunas preguntas importantes que habían morado en mi mente con ansiedad, aunque con incertidumbre”2. Más adelante, McLellin se volvió en contra de José Smith y fue excomulgado en mayo de 1838, pero aun entonces no pudo negar que esa revelación había respondido preguntas que él había planteado en privado al Señor. En 1848, explicó:

Me presenté ante el Señor en secreto y, de rodillas, le pedí que revelara la respuesta a cinco preguntas por medio de Su Profeta, y eso sin que él [José] tuviera conocimiento alguno de que yo había hecho tal petición. Ahora testifico, con temor de Dios, que cada una de las preguntas que así deposité en los oídos del Señor de los Ejércitos fue respondida para mi completa y plena satisfacción. Lo deseaba como testimonio de la inspiración de José. Y hasta el día de hoy lo considero para mí una evidencia que no puedo refutar3.

McLellin ya había recibido un poderoso testimonio personal de la veracidad de la Restauración, pero aun así procuró poner a prueba al Profeta cuando lo conoció por primera vez; los resultados de esa prueba de la capacidad profética de José fueron tan impresionantes que, incluso después de haberse distanciado de José y de los santos, tuvo que admitir que la revelación seguía siendo una “evidencia que no [podía] refutar”4.

Un par de días después de recibir la revelación, en una conferencia celebrada el 1º de noviembre de 1831, McLellin participó en un segundo acontecimiento que proporcionó evidencia de la inspiración divina de José Smith. A los élderes que asistieron a la conferencia se les había prometido un testimonio especial de la veracidad de las revelaciones recopiladas para su publicación en el futuro Libro de Mandamientos, y se esperaba que llevaran ese testimonio al mundo como confirmación de la veracidad del libro. Sin embargo, algunos cuestionaban si el lenguaje de las revelaciones era lo suficientemente pulido, elevado y sofisticado como para representar la voz de Dios5. Como resultado, José Smith recibió la revelación que hoy está canonizada como Doctrina y Convenios 67.

En esta revelación, el Señor explicó: “[E]xistían temores en vuestros corazones, y en verdad, esta es la razón por la que no la recibisteis” (v. 3). Luego, el Señor invitó a cualquiera de los presentes en la conferencia a redactar una revelación comparable:

“Ahora, escoged del Libro de Mandamientos el menor de entre ellos, y nombrad al que de vosotros sea el más sabio; y si hay entre vosotros alguien que pueda hacer uno semejante, entonces sois justificados al decir que no sabéis que son verdaderos; mas si no podéis hacer uno semejante, estáis bajo condenación si no testificáis que son verdaderos” (Doctrina y Convenios 67:6–8)

En respuesta a este desafío, McLellin tomó la pluma, con la ayuda de otros, e intentó redactar una revelación igualmente impresionante. Más adelante, José Smith explicó:

Wm E. McLellin, considerado por sí mismo como el más sabio, con más instrucción que sensatez, intentó escribir un mandamiento semejante a uno de los más pequeños del Señor… pero fracasó … Los élderes, y todos los presentes que presenciaron este vano intento de un hombre por imitar el lenguaje de Jesucristo, renovaron su fe en la plenitud del Evangelio y en la veracidad de los mandamientos y revelaciones que el Señor había dado a la Iglesia por medio de mí; y los élderes manifestaron su disposición de testificar de su veracidad ante todo el mundo6.

Como explicaron Stephen E. Robinson y H. Dean Garrett: “Cuando William McLellin, con la ayuda de otros presentes, fracasó en escribir algo que sonara de manera convincente como una revelación de Dios, el asunto quedó resuelto. Sin la ayuda del Espíritu, ni siquiera el más brillante entre ellos pudo escribir una revelación convincente, aunque sabían que eran escritores mucho más capacitados que José Smith”7.

El porqué

Las secciones 66 y 67 de Doctrina y Convenios se recibieron con solo unos días de diferencia. Representan dos tipos distintos de desafíos mediante los cuales se puso a prueba la capacidad de José Smith para recibir y dictar revelación del cielo. En el primero, William McLellin puso a prueba al profeta José mediante una petición privada en oración al Señor; en el segundo, fue McLellin quien se puso a prueba a sí mismo al intentar redactar una revelación convincente sin inspiración divina. Según el propio testimonio de McLellin, José superó la prueba con gran éxito, mientras que él fracasó. En conjunto, estos resultados constituyen una evidencia poderosa de que José Smith fue verdaderamente un profeta que habló en nombre del Señor.

Ciertamente, el Señor comprende bien que las personas necesitan confirmaciones, y desea animarlas en sus esfuerzos por creer. A menudo, en las Escrituras, el Señor invita a las personas a pedir, buscar y llamar, para poder revelarles la veracidad de las palabras de Sus profetas. En un caso, en Números 16, el pueblo del campamento de Israel murmuró contra Moisés y Aarón, diciendo: “¿Es poco que nos hayas hecho venir de una tierra que destila leche y miel, para hacernos morir en el desierto…?” (Números 16:13). Ante esa actitud arrogante, Moisés desafió a Coré y a sus seguidores a traer todos sus incensarios delante del Señor como parte de una prueba, mediante la cual Moisés se aseguró de que supieran “que Jehová [lo había] enviado para que hiciese todas estas cosas, y que no las [hizo de su] propia voluntad” (Números 16:28). Al vindicar a Su profeta, el Señor mostró al pueblo que lo que Moisés había hecho no era poca cosa, y que el poder del Señor estaba mucho más allá de su imaginación. Así como el Señor vindicó a Sus antiguos profetas, también aprovechó la oportunidad en 1831 para dejar en claro que la revelación escrita que Su profeta José Smith había recibido no era algo sencillo que cualquiera pudiera hacer.

Por supuesto, esto no significa que Moisés o José Smith fueran perfectos, ni que sus revelaciones no pudieran beneficiarse de una buena edición. De hecho, las revelaciones tal como se imprimen hoy en Doctrina y Convenios han pasado por procesos de edición para que se lean con mayor claridad y para aclarar puntos que, de otro modo, podrían resultar confusos para los lectores modernos que quizá no estén familiarizados con las sutilezas del contexto en que se recibieron dichas revelaciones8. Como han señalado Robinson y Garrett:

La cuestión era si escritores mejor educados podían, en esa ocasión —noviembre de 1831—, redactar colectivamente una revelación más convincente que cualquiera de las de José. ¿Se halla la cualidad inspirada de una revelación en lo que dice o en cómo lo dice? ¿Está la divinidad en el mensaje o en su vocabulario y puntuación? Los élderes presentes en la conferencia de noviembre llegaron a la conclusión, para su propia satisfacción, de que se trataba de lo primero. A pesar de toda su educación superior, pulcritud y habilidad literaria, no pudieron reproducir el elemento divino que percibían en las revelaciones del profeta José Smith9.

José Smith dijo: “Escribir en el nombre del Señor era una terrible responsabilidad”, y ningún grado de elegancia literaria ni pulido editorial podía compensar la falta de inspiración al cumplir con tan solemne deber10.

Tras estos acontecimientos, McLellin procuró inicialmente seguir el consejo que había recibido del Señor en Doctrina y Convenios 66, pero, al igual que muchos de los antiguos israelitas —y como nos sucede a todos—, tuvo dificultades para obedecer de forma constante11. Sin embargo, estas experiencias formativas dejaron en su mente una profunda impresión sobre la legitimidad del llamamiento profético de José. En agosto de 1832, aun cuando le costaba vivir conforme a las revelaciones que había recibido, testificó: “José Smith es un verdadero Profeta o Vidente del Señor, y tiene poder y realmente recibe revelaciones de Dios; y esas revelaciones, cuando se reciben, tienen autoridad divina en la Iglesia de Cristo”12. Incluso después de haber sido excomulgado, como observó Steven C. Harper, McLellin “pasó el resto de su vida tratando de resolver la disonancia entre su testimonio inquebrantable y su falta de disposición para arrepentirse”13.

Otras lecturas
Notas al pie de página
Doctrina y Convenios
Revelación
Revelaciones
Libro de Mandamientos
Señor
Profetas
José Smith
Profeta
Edición
Vidente