KnoWhy #798 | Junio 24, 2025

¿Por qué enseñó Pablo que los niños son santos?

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Scripture Central

The Apostle Paul (left) preaches to a group of listeners. Image courtesy The Church of Jesus Christ of Latter-day Saints
The Apostle Paul (left) preaches to a group of listeners. Image courtesy The Church of Jesus Christ of Latter-day Saints

"[M]as los niños pequeños son santos, porque son santificados por la expiación de Jesucristo; y esto es lo que significan las Escrituras". Doctrina y Convenios 74:7

El conocimiento

José Smith recibió una revelación en algún momento de 1830, cuando se encontraba cerca de Palmyra, en el condado de Wayne, Nueva York. John Whitmer tituló este documento “Explanation of Scripture . . . given to Joseph the Seer” (“Explicación de las Escrituras dada a José el Vidente”) al copiarlo en el Libro de Revelaciones 1 de la Iglesia1. Aunque se sabe poco sobre el contexto de esta revelación (preservada en Doctrina y Convenios 74), los editores de Joseph Smith Papers Project señalan que “es probable que este documento se produjera durante abril [de 1830], cuando [José Smith] se hallaba en el condado de Wayne. Durante ese mes, [José Smith] comenzó a bautizar a creyentes y a organizar ramas de la Iglesia en Nueva York; también dictó dos revelaciones que daban instrucciones sobre el bautismo [véase Doctrina y Convenios 20:37, 71–74; 22:1–4]. Las conversaciones con nuevos conversos y con posibles conversos también pudieron haber dado lugar a debates sobre pasajes de las Escrituras relacionados con el bautismo de los niños pequeños”2. Cabe señalar, además, que el tema del bautismo de los niños pequeños había sido, durante mucho tiempo, un punto de controversia entre las distintas iglesias cristianas.

Uno de los pasajes del Nuevo Testamento que habría sido sumamente relevante para ese tema es 1 Corintios 7:14: “Porque el marido no creyente es santificado por la esposa, y la esposa no creyente, por el marido; pues de otra manera vuestros hijos serían impuros; mientras que ahora son santos”. Este versículo se usaba para argumentar que los hijos de creyentes no debían ser excluidos del rito del convenio (ahora el bautismo), así como los niños pequeños no eran excluidos de la circuncisión bajo el antiguo convenio, y que “ahora” los niños son santos porque habían sido bautizados. Fuera cual fuera la circunstancia que llevó este asunto a la atención de José Smith, la revelación aclaró de manera significativa este pasaje del Nuevo Testamento para su aplicación en la Iglesia recién restaurada. En el momento de su organización oficial, el 6 de abril de 1830, la Iglesia adoptó el requisito de que, para ser bautizadas, todas las personas debían tener al menos ocho años de edad, humillarse, desear ser bautizadas, venir con corazones quebrantados y espíritus contritos, y testificar su disposición de tomar sobre sí el nombre de Cristo y servirle hasta el fin (DyC 20:37).

Sin embargo, según la revelación en Doctrina y Convenios 74, el apóstol Pablo escribió su declaración en 1 Corintios 7:14 en una época en que había surgido en Corinto “una contienda grande entre el pueblo concerniente a la ley de la circuncisión”, especialmente en el contexto de matrimonios entre creyentes e incrédulos. En particular, “el marido incrédulo deseaba que sus hijos fuesen circuncidados y se sujetasen a la ley de Moisés, la cual había sido cumplida” (DyC 74:3).

En medio de esa contienda, muchos nuevos miembros de la congregación de Pablo “se guiaban por las tradiciones de sus padres y no creían en el evangelio de Cristo, de manera que llegaron a ser impuros”, como él lamentaba (Doctrina y Convenios 74:4). Por ello, Pablo expresó su opinión de que sería mejor que los creyentes no se casaran con incrédulos, “a menos que se abrogara la ley de Moisés entre ellos, para que sus hijos permaneciesen incircuncisos, y que fuese abrogada la tradición que decía que los niños pequeños son impuros, porque existía entre los judíos” (DyC 74:5-6). Por el contrario, la Iglesia cristiana primitiva entendía que “los niños pequeños son santos, porque son santificados por la expiación de Jesucristo” (DyC 74:7)3.

Ciertamente, la mayoría de los cristianos en la época de José Smith estaban familiarizados con las tradiciones relacionadas con la cuestión del bautismo de los niños pequeños, y existían muchas interpretaciones cristianas sobre las posibles implicaciones de lo que Pablo había dicho en 1 Corintios 7:14. Sin embargo, la nueva revelación recibida por José proporcionó un contexto más claro para abordar los debates tradicionales4.

En ese sentido, Robert E. Parsons ha señalado que la “práctica de bautizar a los niños pequeños surgió entre los cristianos en el siglo III d. C. y fue motivo de controversia durante algún tiempo”5. Algunos de los defensores más destacados de esa nueva práctica “argumentaban que el bautismo eliminaba la impureza del nacimiento”, la cual se creía causada, sobre todo, por el contacto con sangre6. Esta preocupación, por supuesto, surgió mucho tiempo después de que Pablo escribiera su epístola y después de la muerte de los apóstoles de la Iglesia primitiva; por tanto, no era ese el punto que Pablo abordaba en 1 Corintios 7:14.

Más bien, el énfasis de Pablo en la santidad de los niños pequeños parece estar relacionado únicamente con la ley de la circuncisión y los efectos que se creía que esta producía. Algunas tradiciones que datan de la época del judaísmo del Segundo Templo —con las cuales Pablo bien pudo haber estado familiarizado— sostenían que los niños varones nacían impuros, pero que la circuncisión eliminaba esa impureza y los hacía santos (las niñas se consideraban puras desde el nacimiento). La circuncisión no implicaba las mismas justificaciones teológicas que más tarde se atribuyeron al bautismo de los niños en algunos círculos cristianos; sin embargo, desde una perspectiva judía, seguía siendo una ordenanza importante realizada a los varones para ayudarlos a estar ritualmente limpios.

Un texto rabínico importante llamado Pirkei de-Rabbi Eliezer enseña, por ejemplo, que cuando el Señor Dios Jehová hizo el convenio de la circuncisión con Abraham, le dijo: “Hasta ahora no has sido perfecto delante de mí; pero circuncida la carne de tu prepucio y ‘anda delante de mí y sé perfecto’. El prepucio es una afrenta… porque es más impuro que cualquier otra cosa impura… es una mancha por encima de todas las manchas. Circuncida la carne de tu prepucio y sé perfecto7. El texto también relaciona la circuncisión de Abraham con la celebración del Día de la Expiación, cuando Dios perdonó los pecados de Israel, y declara: “El que se aparta de la circuncisión es como si se apartara del Santo, bendito sea”8. Aunque esta obra fue recopilada entre los siglos VIII y IX d. C., se suele decir que conserva tradiciones mucho más antiguas que se transmitieron durante siglos9.

Algunas de estas enseñanzas siguen siendo destacadas en las tradiciones judías yemenitas, especialmente en sus poemas y oraciones que se recitan durante la ceremonia de la circuncisión. Según una de estas oraciones, la circuncisión se practica para refinar al niño y prepararlo para estar en la presencia de Dios: “El que circuncide su carne verá a Dios, la presencia del Altísimo estará ligada sobre su cabeza… Es la voluntad del Dios viviente santificar a sus amigos, por eso les impuso el mandamiento escogido. / Son puros cuando circuncidan su carne, como plata refinada y la resplandeciente menorá”. Otras oraciones judías emplean un lenguaje que remite al Jardín de Edén y a la transgresión de Adán y Eva. Por ejemplo, una declara: “En el día de la circuncisión, al cumplir su mandamiento, / La serpiente y su inmundicia se apartan”. Otra oración similar llama al prepucio “la inmundicia de la serpiente que se elimina”10. Al utilizar este tipo de lenguaje, estas oraciones parecen vincular el rito de la circuncisión con la superación del estado de impureza en el que, según esta tradición, nacen todos los varones.

Afortunadamente, estas tradiciones sobre los efectos purificadores de la circuncisión no eran las únicas creencias relacionadas con la pureza de los niños, ya que otros judíos creían que todos los niños eran, por naturaleza, inocentes y no contaminados por el mundo. Por ejemplo, Saul Lieberman observó que varias enseñanzas midrásicas yemenitas sostenían que los niños vivían en un estado de inocencia y pureza entre la circuncisión y la pubertad. Otras declaraciones judías similares incluso se basaban en un antiguo documento cristiano llamado la Epístola de Bernabé, el cual también afirmaba esa misma idea sobre la pureza de los niños11. Curiosamente, Bernabé fue el primer compañero misionero de Pablo (véase Hechos 13:1). Además, quienes creían que la circuncisión eliminaba la impureza no necesariamente pensaban que los niños que morían antes de ser circuncidados serían castigados por no haber recibido esa ordenanza.

El porqué

Afortunadamente, frente a la incoherencia de estas afirmaciones teológicas, la revelación dada a José Smith en Doctrina y Convenios 74 declara de forma concisa la doctrina fundamental sobre la inocencia de los niños, una doctrina apreciada tanto por la Iglesia antigua como por la Iglesia en los últimos días. Tal como lo explica claramente la revelación, “los niños pequeños son santos, porque son santificados por la expiación de Jesucristo” (DyC 74:7). De manera algo similar, Pablo expresó que la fe del cónyuge cristiano en Jesucristo santificaba al cónyuge no creyente y, por lo tanto, también a su hijo pequeño. Sin embargo, la explicación de José Smith afirma explícitamente que esta santificación de los niños proviene directamente de la expiación de Cristo.

En efecto, la revelación recibida por José está en plena armonía con las palabras enfáticas del profeta Mormón, quien escribió: “Y sus niños pequeños no necesitan el arrepentimiento, ni tampoco el bautismo. He aquí, el bautismo es para arrepentimiento a fin de cumplir los mandamientos para la remisión de pecados. Mas los niños pequeños viven en Cristo, aun desde la fundación del mundo” (Moroni 8:11–12). Además, como continúa Mormón, cualquiera que diga que “los niños pequeños necesitan el bautismo niega las misericordias de Cristo y desprecia su expiación y el poder de su redención” (Moroni 8:20). Esta doctrina es claramente seguida en la Iglesia de Jesucristo restaurada.

Sin embargo, otras tradiciones religiosas a lo largo del tiempo han sostenido teorías opuestas. Aunque algunas tradiciones judías no llegaron tan lejos como ciertas creencias cristianas posteriores, al afirmar que los niños necesitan ser limpiados del pecado para poder salvarse, sí asumían erróneamente que los varones recién nacidos y aún no circuncidados se encontraban en un estado de impureza. Esta perspectiva pone en evidencia el problema de fondo con el que Pablo y otros cristianos de la antigüedad intentaban lidiar en los primeros días del naciente movimiento cristiano.

A medida que surgieron más preguntas sobre la circuncisión y otras prácticas judías en la mente de una Iglesia cada vez más diversa culturalmente, Pedro y sus compañeros apóstoles tuvieron que abordar tales tradiciones12. Pablo, en particular, tuvo que corregir repetidamente enseñanzas erróneas sobre la supuesta necesidad de la circuncisión13. Aunque estos antiguos debates sobre la circuncisión y el bautismo de los niños pequeños aparentemente no se discutían en el norte del estado de Nueva York durante la década de 1820, ciertos fragmentos dispersos de evidencias antiguas en algunas tradiciones y textos judíos coinciden sorprendentemente con las enseñanzas doctrinales que el joven profeta de veinticinco años recibió y registró en la sección 74.

Comprender los contextos históricos que dieron origen a estas prácticas y creencias problemáticas puede aportar una mayor perspectiva al estudiar las Escrituras hoy en día. Consideradas en ese contexto, las revelaciones de José Smith en Doctrina y Convenios ayudan a los lectores modernos a entender mejor las enseñanzas de Pablo, en especial por qué el apóstol incluyó una observación sobre los hijos al abordar una cuestión distinta: el mantenimiento fiel de los matrimonios entre personas de distinta fe. Como apóstol del Señor Jesucristo, Pablo estaba calificado y autorizado para corregir interpretaciones erróneas y para ofrecer orientación a sus conversos sobre cómo afrontar esa situación matrimonial y sus implicaciones.

En última instancia, Doctrina y Convenios 74 ayuda a los lectores modernos y a los Santos de los Últimos Días a comprender y valorar los dones proféticos del joven José Smith. En esta revelación, José ofreció explícitamente un contexto completamente nuevo para 1 Corintios 7:14, dando una respuesta que armoniza especialmente con las enseñanzas del Libro de Mormón sobre la expiación de Jesucristo y que testifica que el bautismo de los niños pequeños es inapropiado: “los niños pequeños son santos, porque son santificados por la expiación de Jesucristo; y esto es lo que significan las Escrituras” (DyC 74:7).

Este KnoWhy incorpora con gratitud las ideas de Allen Hansen.

Otras lecturas
Notas al pie de página
Doctrina y Convenios
José Smith
Bautismo
Bautismo infantil
Apóstol Pablo
Niños
Circuncisión
Jesucristo
Impío