El Salmo 22 y su cumplimiento en Jesucristo

El Salmo 22 es una profecía notable con respecto a las últimas horas de Jesucristo en la mortalidad, cuando sufrió un intenso abuso seguido de la crucifixión. Véase el cuadro siguiente. El salmo describe el desprecio de la gente hacia Jesús cuando lo escarnecieron, se mofaron de Él y lo trataron como si no fuera más que un gusano. El salmo transmite las palabras exactas que Jesús pronunció mientras estaba en la cruz: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?" (v.1). Jesús pronunció estas palabras con "gran voz" (Mateo 27:46) o, según el salmo, con palabras de "clamor" (Salmo 22:1), como si las pronunciara un poderoso león. El salmo contiene una referencia explícita a la perforación de las manos y los pies de Jesús (v. 16) - "Horadaron mis manos y mis pies"- que se cumplió cuando Jesús fue crucificado.

Las palabras del Salmo, "Repartieron entre sí mis vestidos, y sobre mi ropa echaron suertes " (v. 18), fueron cumplidas precisamente por los que crucificaron a Jesús. Mateo registró: "Y después que le hubieron crucificado, repartieron entre sí sus ropas, echando suertes, para que se cumpliese lo que fue dicho por el profeta: Se repartieron mis ropas, y sobre mi ropa echaron suertes" (Mateo 27:35).

El Salmo 22 también contiene una vívida descripción de lo que le ocurrió al cuerpo físico de Jesús mientras estaba en la cruz: "todos mis huesos se descoyuntan; mi corazón es como cera, derritiéndose en medio de mis entrañas. Como un tiesto se ha secado mi vigor, y mi lengua se pegó a mi paladar. . . . horadaron mis manos y mis pies" (vv. 14-16). Estos versículos describen lo que le ocurrió al cuerpo de Jesús (huesos, corazón, intestinos, lengua, mandíbulas, manos, pies) cuando fue extendido y clavado en la cruz y permaneció así durante horas.