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Dios es un Templo Sagrado: templos y espacios sagrados

Título
Dios es un Templo Sagrado: templos y espacios sagrados
Tipo de Publicación
Infográficos
Año de Publicación
2022
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Resumen
Las escrituras identifican una serie de templos y estructuras en los templos[1], todos los cuales sirven para revelar al Señor Jesucristo así como Su misión, atributos y carácter divino.
Muchos templos son estructuras formales construidas por manos humanas, como el Tabernáculo Mosaico y el Templo de Salomón; otros son lugares naturales como el Jardín del Edén, el Monte Sinaí y los entornos montañosos; otros incluyen el Templo del Cielo, Dios mismo e incluso el hombre y la mujer. Estos diversos templos y estructuras de templos se identifican en el cuadro adjunto.
Todos los templos y sus componentes sirven a los propósitos divinos de Dios y existen para la salvación de la familia humana. Hay una conexión formal entre todos los tipos de templos: Dios (Él mismo un templo santo) revela las leyes sagradas y los rituales a Sus hijos (que son templos santos) a través de los edificios de los templos santos o dentro de los templos naturales. Es decir, los edificios de los templos y los templos naturales acogen a Dios y a sus hijos en espacios santos, o separados, apartados del mundo y de las cosas profanas.
Por otra parte, varios componentes del tabernáculo prefiguraban aspectos del ministerio divino y del sacrificio expiatorio de Jesucristo. Estos componentes incluyen el mobiliario del tabernáculo (fuente de bronce, altares, candelabro, propiciatorio), los sacrificios, los alimentos (los panes de la proposición), los objetos sagrados (la vasija del maná, las Dos Tablas de piedra, la vara de Aarón) y varias partes del tabernáculo (el velo, los cuernos del altar). Asimismo, los rituales y las actuaciones (es decir, las unciones, los lavados, la aspersión de sangre, la imposición de manos) tipificaban a Jesucristo y a Su misión.
Quizás lo más importante es que incluso el propio tabernáculo representaba el cuerpo del Señor. En el libro de Ezequiel, Jehová dijo a los judíos, que estaban dispersos entre las naciones, que Él sería como “un pequeño santuario" para ellos (Ezeq. 11:16). El salmista recoge la oración de Moisés: "Señor, tú has sido nuestra morada de generación en generación" (Sal. 90:1). En su epístola a los hebreos, Pablo llamó a Jesús "el más amplio y más perfecto tabernáculo" (Heb. 9:11). Y el Señor mismo se comparó con el templo cuando dijo: "Destruid este templo, y en tres días lo levantaré". Los judíos, que pensaban que se refería al templo de Herodes, y respondieron: " En cuarenta y seis años fue edificado este templo, ¿y tú en tres días lo levantarás?. Pero él hablaba del templo de su cuerpo" (Juan 2:19-22). El cuerpo resucitado de Jesús se convirtió en un Tabernáculo nuevo y perfecto.
[1] Compárese también, Brooke, “Ten Temples,” 417–34.

Cita bibliográfica
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