KnoWhy #802 | Julio 17, 2025

¿Por qué se trasladaron los santos a las Montañas Rocosas?

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Scripture Central

“Primer invierno en el valle”, por Jonathan Leo Fairbanks. Imagen cortesía de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días.
“Primer invierno en el valle”, por Jonathan Leo Fairbanks. Imagen cortesía de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días.

“A [mi siervo José Smith] he dado las llaves del reino”. Doctrina y Convenios 81:2

Esta edición del Church History KnoWhy rinde un homenaje especial a nuestra herencia pionera.

El Conocimiento

Para los Santos de los Últimos Días, el Día de los Pioneros se conmemora el 24 de julio de 1847, fecha en la que el presidente Brigham Young, quien formaba parte de las primeras compañías pioneras en carromato, llegó al amplio valle del Gran Lago Salado y, al contemplarlo, declaró algo como: “Este es el lugar correcto”1. Aunque en ese entonces se sabía poco sobre la desolada Gran Cuenca, los primeros miembros de la Iglesia sabían que José Smith les había hablado proféticamente en varias ocasiones sobre congregarse, principalmente y de manera crucial, en las Montañas Rocosas2. Ir a las Montañas Rocosas se había convertido en “una creencia establecida, repetida en varias ocasiones”, y comenzó más temprano en la historia de la Iglesia de lo que usualmente se ha reconocido3.

Ya desde el 15 de febrero de 1831, se informó al Superintendente de Asuntos Indígenas de los Estados Unidos que algunos Santos de los Últimos Días en Delaware tenían la intención de solicitar “permiso para ir entre los indios; si usted lo rechaza, entonces irán a las Montañas Rocosas”, adonde no se requería permiso federal, ya que entonces esa zona formaba parte de México4. Los santos ya estaban buscando diversas formas de llevar el Libro de Mormón a los indígenas americanos, a quienes se entendía como descendientes de los lamanitas.

Además, el 11 de abril de 1831, Thomas B. Marsh y su esposa Eliza escribieron a Lewis y Ann Abbott que los santos planeaban reunirse en Ohio:

Allí nuestro Padre Celestial nos dirá qué debemos hacer después; tal vez será marchar al río Grand en el territorio de Misuri o a las montañas resplandecientes que están a 1500 o 2000 millas al oeste de nosotros. No sabemos cuán pronto será. De hecho, no sabemos nada de lo que debemos hacer hasta que se nos revele. Pero esto sí sabemos: se edificará una ciudad en la tierra prometida, y en ella serán congregados los descendientes de José, quien fue vendido en Egipto5.

Luego, el 7 de mayo de 1831, José Smith profetizó en Kirtland que “Sion florecerá en los collados y se regocijará en las montañas, y será congregada en el lugar que he señalado” (Doctrina y Convenios 49:25). De igual manera, el 3 de noviembre de 1831, José profetizó acerca de congregar a los habitantes de la tierra en Sion, “en los yermos desolados” dentro de “los confines de los collados eternos”, donde serían “llenos de cantos de gozo sempiterno” (Doctrina y Convenios 133:29, 31, 33).

Posteriormente, Wilford Woodruff informó que en abril de 1834, José profetizó sobre “llenar las Montañas Rocosas con los santos de Dios”6. En la conferencia de estaca de St. George, los días 12 y 13 de junio de 1892, Woodruff recordó haber conocido a José Smith por primera vez en abril de 1834, cuando el Profeta dijo: “Esta obra llenará las Montañas Rocosas con decenas de miles de lamanitas que habitan en estas montañas, quienes recibirán el Evangelio de Cristo por boca de los élderes de Israel, y se unirán a la Iglesia y al reino de Dios, y realizarán un gran bien”. El presidente Woodruff comentó entonces:

Jamás imaginé, al escuchar esas palabras, que algún día viviría para ver el cumplimiento de esas palabras del Profeta. Jamás imaginé que alguna vez visitaría las Montañas Rocosas o vería a los lamanitas de quienes él hablaba en aquel entonces... Pero he vivido para ver estos días. He vivido para ver a los lamanitas en estas montañas... He predicado el Evangelio a ellos, junto con mis hermanos, por medio de intérpretes. He pasado muchos días memorables con estos lamanitas en las montañas de Israel7.

El 6 de enero de 1836, Lorenzo Dow Young (hermano de Brigham Young) enfermó mientras trabajaba en el exterior del Templo de Kirtland bajo condiciones gélidas. Dos semanas después, cuando un médico le había dado escasas esperanzas de recuperación, José Smith envió a dieciséis élderes con instrucciones específicas sobre cómo administrarle. En esa bendición, Hyrum Smith prometió al fiel Lorenzo que “viviría para ir con los santos al seno de las Montañas Rocosas y edificar allí un lugar”, lo cual milagrosamente se cumplió8. Muchas personas en Kirtland estaban al tanto de estas poderosas declaraciones proféticas.

En algún momento antes de 1844, el Profeta le dijo a Lorenzo Snow que “tenía previsto trasladarse con toda su familia a las Montañas Rocosas”9. Y, como recordó Oliver B. Huntington, José Smith padre (quien falleció en 1840) le dijo en su casa en Nauvoo que el Señor había instruido a su hijo, el Profeta, “que nos quedaríamos allí solo siete años y que, cuando saliéramos, iríamos directamente entre los indios, en las Montañas Rocosas”10. Esa profecía de los siete años se cumplió en efecto en 1847.

El 2 de julio de 1842, Oliver H. Olney escribió en su diario que algunos miembros de la Iglesia estaban formando una compañía “para ir tan al oeste como las Montañas Rocosas y sin demora... Dicen que deben ir adonde no haya ley que los entorpezca en sus acciones”. Cinco días después, Olney agregó que esa mudanza hacia el oeste sería para proteger las libertades religiosas, de modo que la Iglesia pudiera “levantar una rama justa en algún lugar cercano a las Montañas Rocosas, en el lejano oeste, donde ninguna ley pueda tocarlos ni impedirles el paso”11. También en 1842, José Smith “dijo muchas cosas con respecto a nuestra ida a las montañas. Dijo que deberíamos ir y edificar muchas ciudades y que llegaríamos a ser un pueblo poderoso en medio de las montañas y que realizaríamos una obra que asombraría a las naciones de la tierra”, según registró Anson Call doce años después12.

A principios de 1844, en su literatura de campaña presidencial, José apoyó firmemente la expansión hacia el oeste de los Estados Unidos:

Cuando el pueblo solicitó poseer el territorio de Oregón o cualquier otro territorio contiguo, yo prestaría la influencia de un magistrado supremo para conceder tan razonable petición, a fin de que pudieran extender los poderosos esfuerzos y empresa de un pueblo libre desde el este hasta el mar del oeste, y hacer florecer el desierto como la rosa; y cuando algún reino vecino solicitara unirse a la unión de los hijos de la libertad, mi voz sería: venid: sí, ven Texas; ven México; ven Canadá; y venid todos los pueblos del mundo: seamos hermanos, seamos una gran familia, y que haya paz universal13.

Luego, el 22 de junio de 1844, cinco días antes de ser asesinado, José se despidió por última vez de los santos en Nauvoo y dijo: “Reunirán a muchas personas en el refugio de las Montañas Rocosas como centro para congregar al pueblo”14. Dondequiera que los santos se estuvieran estableciendo —en Misuri, Texas, Iowa, Wisconsin, Inglaterra, Escocia—, se habría de establecer una estaca central de Sion en el corazón de las Montañas Rocosas.

El 3 de marzo de 1861, Brigham Young afirmó: “Cientos de personas en esta casa son testigos de que oyeron decir a José [Smith], cuando se le preguntó si alguna vez tendríamos que dejar Nauvoo: ‘Los santos saldrán de Nauvoo. No digo que serán expulsados, como lo fueron del Condado de Jackson, Misuri, y de ese estado; pero saldrán de aquí y se irán a las montañas’”15.

El 9 de agosto de 1846, Brigham le confió a Wilford Woodruff que “no esperaba ver las Montañas Rocosas ese año, pero cuando el Señor le mandó ir directamente, tenía la intención de ir, [aun] si dejaba todo y se iba solo; pero [que] pensaba que el Señor le permitiría llevar al pueblo con él y [que] cuando encontrara el lugar para el templo, trabajaría arduamente hasta que estuviera edificado. Dijo [que] el Señor, la revelación [y] una visión estaban con él”16. El 14 de enero de 1847, Brigham Young envió desde Winter Quarters instrucciones sabias, basadas en la voluntad del Señor, para guiar a los santos en su avance hacia Sion (véase Doctrina y Convenios 136).

Por último, el 17 de febrero de 1847, el profeta José Smith, ya fallecido, se apareció a Brigham Young en un sueño, justo cuando las primeras compañías pioneras se preparaban para salir de Winter Quarters, en la frontera entre Iowa y Nebraska, e iniciar su travesía hacia las Montañas Rocosas. En el sueño, José le instruyó a Brigham:

Diles al pueblo que sean humildes y fieles, y que se aseguren de conservar el Espíritu del Señor, y Él los guiará correctamente... Susurrará paz y gozo a sus almas; quitará la malicia, el odio, la envidia, la contienda y toda maldad de sus corazones; y todo su deseo será hacer el bien, llevar a cabo la rectitud y edificar el reino de Dios17.

El Porqué

En los años siguientes, multitudes entusiastas celebraban el Día de los Pioneros cada 24 de julio reuniéndose en el solar del templo en Salt Lake City para escuchar a los líderes de la Iglesia. Esos oradores ofrecieron muchas respuestas a la pregunta de por qué los santos se habían trasladado a las Montañas Rocosas: no lo hicieron por control político, ni para acaparar tierras, ni por la belleza del paisaje. En cambio, después de haber cumplido la obra en Nauvoo que José les había encargado completar, vinieron a establecer un lugar central de recogimiento para la Sion mundial.

Ya el 24 de julio de 1852, el élder George A. Smith expresó varias de esas razones. Dijo que habían venido para que “pudieran acostarse a descansar en perfecta paz, sin ser perturbados por la cruel mano de la persecución”. Vinieron a establecer “instituciones que aseguren la libertad para todos, la libertad para cada persona —la libertad de conciencia, así como todo privilegio que pueda ser deseado por cualquier ciudadano de esta tierra”. Vinieron porque “fueron guiados por la mano de Dios, a través de Su siervo Brigham”. Vinieron para “permanecer inquebrantablemente fieles a la Constitución de los Estados Unidos”. Vinieron “¡por la libertad y la verdad, para siempre!”18.

Al año siguiente, el 24 de julio de 1853, el presidente Brigham Young habló extensamente sobre establecer el reino de Dios y dar la bienvenida a todos en la tierra, lo cual, según dijo, era la razón por la que los santos se habían congregado en el valle del Lago Salado19. Enfatizó que habían venido voluntariamente. Eligieron salir de Nauvoo en paz.

Luego, al celebrar el Día de los Pioneros el 24 de julio de 1854 —el séptimo aniversario de la llegada de los santos al valle del Lago Salado—, dos líderes hablaron con pasión sobre por qué habían venido. Daniel H. Wells habló enfáticamente de cómo vinieron “en busca de un hogar... donde pudieran descansar... y sentirse seguros del furor de [aquellos]... que los habían perseguido y cazado con furia implacable, y los habían expulsado de los lugares de la civilización”. Vinieron, dijo, “guiados por el mismo Dios que sacó a Moisés y a los hijos de Israel de la tierra de Egipto”. Vinieron siguiendo a su “amada presidencia a la cabeza”, creyendo en “un Dios sabio y benévolo” que ha dicho que es Su deber y Su “propósito proveer para [Sus] santos”20. George A. Smith también habló de cómo la primera compañía vino “a preparar el camino para un refugio seguro contra la tiranía y la opresión”21.

Al completar ese hito de siete años, los santos continuaron reuniéndose en el Día de los Pioneros para hablar y testificar sobre por qué habían venido a las montañas del Territorio de Utah. Continuaron enfatizando que vinieron porque Dios se los mandó y los guió a hacerlo, y que se congregaron en obediencia a su amado José Smith, quien los había guiado hacia las Montañas Rocosas. Afirmaban con énfasis que vinieron por la providencia de Dios para hallar paz y seguridad, y para proteger sus derechos religiosos.

También entendieron su venida como el cumplimiento de la profecía bíblica. Escribiendo en 1853, Benjamin Brown explicó que “la Biblia describe claramente que una gran parte de la obra de los últimos días se realizaría en las montañas”, donde se alzaría un estandarte (una señal clara de solidaridad central) ante las naciones. Allí se edificaría la casa del Señor y “todas las naciones acudirían a ella para aprender los caminos del Dios de Jacob y andar en sus sendas”. Todo esto se relaciona con el cumplimiento de Isaías 33:16–17 e Isaías 35:1, pasajes que hablan de las rocas como símbolo de defensa para los santos, donde “habitará en las alturas” y donde Dios ha hecho que “[s]e alegrarán el desierto y el erial; y el yermo se regocijará y florecerá como la rosa22.

Por estas razones, los santos sacrificaron todo lo que tenían para venir a las Montañas Rocosas y “hallar el lugar que Dios preparó para nosotros, allá lejos, en el oeste”23.

Lecturas adicionales
Notas al pie
  • 5. Thomas B. Marsh y Eliza G. Marsh a Lewis y Ann Abbott, alrededor del 11 de abril de 1831, MS 23457, Lewis and Ann Abbott Papers, Abbott Family Collection, 1831–2000, Church History Library, Salt Lake City, UT. Ortografía y puntuación estandarizadas.
  • 6. Scott G. Kenny, ed., Wilford Woodruff’s Journal (Signature Books, 1985), 8:279.
  • 7.Remarks By President Wilford Woodruff”, The Latter-day Saints' Millennial Star 54, n.º 38 (19 de septiembre de 1892): 605–6.
  • 8. James Amasa Little, “Biography of Lorenzo Dow Young”, Utah Historical Quarterly 14, n.os 1–4 (1946): 46.
  • 9. Eliza R. Snow Smith, Biography and Family Record of Lorenzo Snow (Salt Lake City, 1884), 76.
  • 10. Oliver B. Huntington, Journal, 24 de febrero de 1883, MSS 162, serie 1, ítem 1, caja 1, carpeta 8, L. Tom Perry Special Collections, Harold B. Lee Library, Brigham Young University, Provo, UT.
  • 11. Richard G. Moore, ed., The Writings of Oliver H. Olney: April 1842 to February 1843—Nauvoo, Illinois (Greg Kofford Books, 2020), págs. 78–79, 87; ortografía modernizada silenciosamente. Véanse las entradas del 2 y 7 de julio y del 11 de agosto de 1842. No obstante, dicha expedición de exploración no se concretó.
  • 12. Declaración de Anson Call, alrededor de 1854, MS 364, Church History Library, Salt Lake City, UT. Para una defensa extensa de la fiabilidad de Anson Call respecto a esta profecía atribuida a José Smith, véase Gwen Marler Barney, Anson Call and the Rocky Mountain Prophecy (Call Publishers, 2002). Esta sería la base para la profecía atribuida a José Smith en B. H. Roberts, ed., History of the Church of Jesus Christ of Latter-day Saints (The Church of Jesus Christ of Latter-day Saints, 1909), 5:85; y B. H. Roberts, A Comprehensive History of The Church of Jesus Christ of Latter-day Saints (Brigham Young University Press, 1965), 2:181–82.
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